Mis manos reciben mis lágrimas, lágrimas que ahora mojan tu espalda. Espalda de irrealidad. De nube, de sueño, de nada. Si mis manos ya han tenido tu espalda, ya la han moldeado como el viento a las nubes, ¿qué más pueden hacen mis manos? Si mis manos ya la han besado, si ya han quitado el color de tu piel, ¿qué más pueden hacer? Mis lágrimas caen de ellas, se niegan a quedarse en mis dominios. Impúdicas, bajan por la línea que trazó hace tanto tiempo atrás mi boca. Te desfilan, te profanan, te vilifican. Si no pudieron contenerlas en mí, ¿qué más pueden hacer mis manos? No necesito ignorar tu silencio. Conozco esa agonía, esa de saber que no es silencio. Es muerte lo que te llena y desborda de tus ojos. Una muerte que has ordenado sin consultar siquiera a quienes te hubiesen apoyado. Es la muerte de nosotros, de los dioses, de la gente, del frente liberador y la retaguardia restrictiva. Conozco esa guerra, ese nuevo estilo de guerra. Ahí l aguerra nace antes, la batalla viene después. Pero esa guerra es de ojos, de mentes, ¿qué pueden hacer? Dime, ¿qué quieres que hagan?
Sólo asir la pesada carga de mi vida. No me pidas que te mire ahora. Porque ya no estás.
Ya no hay lágrimas en mis ojos... ya no hay lágrimas en mis manos. Sólo los primeros en los últimos. Y un silencio rojo (o al menos eso imagino).
¿qué más pueden hacer?
Zalhael
