Me pidió que le diera la mano, que necesitaba mi toque. Me preguntó si quería escarparme con él. No entendí si de la fiesta o de la ciudad, pero en ese momento no importó. Me dio miedo y le dije que no. Añoro ahora el instante que vino antes de mi respuesta a una pregunta meramente retórica, formulada entre la espera al amanecer y un jugueteo de manos. Con mi respuesta negativa, negativa fue su reacción... vi cómo cambiaba su cara y de pronto me volvía demasiado vano para su vista, y su mano se hizo demasiado pesada como para asir la mía. La sonrisa se borró, su confianza se deshizo... o se guardó en el bolsillo, junto con su mano...
Se alejó de la pared, o mejor dicho, se alejó de mí. Tres pasos. El primero me golpeó, el segundo dolió... el tercero... hizo la magia. Ahí se quedó, esperando (quizás) que una sombra apareciese detrás de él, esperando (quizás) entender las dos letras que rozaron mis labios... esperando (quizás) que el mundo volviese a girar...
Pensé en volver a la casa, pero me preguntarían dónde quedó él... pensé en ir a abrazarle, pero las excusas agravan la falta... pensé en mirarle en silencio, pero mi cabeza cedía al peso de mi remordimiento. Ya no me importaba que nos vieran, o que supieran cierto cualquier rumor o estupidez que hubiesen escuchado por ahí... pero no podía hacer nada. Excepto mirar la base de la maldita pared que no me miraba de vuelta, y que se negaba a tener una sombra que me recordase su figura...
Noté que ya no tenía el cigarro en mi mano... tampoco estaba en mi boca... el suelo tampoco parecía haberle acogido... le odié por haber desaparecido sin antes enseñarme el truco.
La noche se hizo más helada. No, yo percibo más el frío. Quisiera saber qué pasa con su cara... habrá vuelto a sonreir? habrán lágrimas en sus ojos? Ahí está él... tres pasos estacionado lejos de mí, viviendo después de mi estúpida respuesta... Y aquí estoy yo, un imbécil tratando de disfrutar... una noche que se niega a avanzar...
Zalhael