Escucho tu voz, pero no hay nadie conmigo... Y como tratar de detener una tormenta con un suspiro, el intento fútil de dejar de escucharte me lleva a ver tu rostro, revivir el giro que se transformó en eternidad, mientras una porteña alegoría con la que rompes el aire me remite a pensar que tal vez hay alternativas, que existen posibilidades... y es un momento del cual no quiero salir...
El arrabalero se ha callado ya, y tu voz ya no acaricia tus labios... espero que rías, para que la melancolía que me empuja hacia tí calle de una vez y pueda yo obligarme a disfrutar de tu sonrisa... El momento acabó, pero el recuerdo queda... Y por vez primera, puedo encerrarme a voluntad y condenarme a estar varado en un instante... un giro en el aire y escuchar tu voz, hasta que mi vela no arda.
Zalhael