Siento su tristeza y me apena, siento lástima por él. Lo ha hecho todo para acabar haciendo nada. Y él también se da cuenta de que, aunque no me ha tocado en lo absoluto, sus manos están embadurnadas en sangre. Sangre de inocente, si es ése el título que merezco.
De pronto, aunque el tiempo siga detenido, me doy cuenta de que algo de tus dulces cadenas quedan en él, en el recuerdo. Pero ahora son tan sólo ásperas y largas ramas espinosas, torturándolo y sofocándolo, y que las sombras que antes me rodeaban, ahora son extraños seres que se cuelan por todos los orificios de su cuerpo, y se hospedan en él, con una sonrisa complaciente en sus labios. Me entristece, realmente, pensar que aquellos seres que me daban tanta paz y placer, serán en poco tiempo responsables de su locura. Más me entristece, sin embargo, saber que luego de que la funesta bala termine de atravesar mi cuerpo, partirá rumbo al tuyo, debido al giro que tu persona ha hecho hacia mí para mostrarme aquellos juegos en donde jugarían nuestros futuros hijos, y que justo después de que contemples mi rostro y comprendas lo que está aconteciendo, será tu vida la mermada por el infausto acto del que antes ocupaba mi lugar.
Tal vez algo pueda yo hacer para evitarlo, tal vez un movimiento repentino, sacando fuerzas de flacura, logre salvarte, darte la oportunidad de seguir en este mundo, para vivir, para gozar, para llorarme y seguir. Tal vez pueda salvarte; pero para eso, tendría que acabarse este momento… >>